Córdoba Peláez, Paula María¹ *
https://hdl.handle.net/10481/105361Estás en bachillerato y tienes claro lo que quieres conseguir. Te sientes muy afortunada de tener un propósito vital, eso que a tantos les cuesta encontrar, y que para ti es el sentido de tu vida. Sientes que una gran fuerza interna tira de ti, para empujarte a conseguirlo. Estudias cosas que sabes que tienen un paso fugaz por tu cerebro, pero no te suponen ningún obstáculo, ni siquiera te lo planteas, es un paso más en tu camino. Los resultados llegan y la gente hace que te lo creas, ‘qué lista eres, vaya notazas’. Tras dos años de sacrificio, autoexigencia y perfeccionismo lo consigues, entras en la carrera de Medicina.
Con las mismas ganas que tiene un niño cuando va a la cabalgata de los Reyes, vas tú el primer día a la Universidad. Es en la primera charla donde te dicen ‘sois los médicos del futuro’ ‘los que nos cuidaréis a nosotros’ o el típico ‘ya sois médicas’ (aunque te queden los mismos años que dura la primaria por delante). A partir de ahí empieza la aventura. Pasan los días y te das cuenta de que no, que ni mucho menos eres médica, que el catorce en tu nota ya no le interesa a nadie y estás, de nuevo, en la casilla de salida donde el que te rodea tiene otro cortejo como tú, y (de oca en oca y tiro porque me toca) pasas de ser ‘la mejor’ a otra ‘oveja del rebaño’ y ya no eres la única autoexigente y excelente. Miras a tu alrededor y ves personas que ‘compiten’ por llegar a ‘ser médico’ (como si fuesen los Juegos del Hambre y solo pudiese ganar uno). La vida del que de rodea se resume en ir a clase, estudiar y dormir, para luego responder en el examen de Preventiva que el sedentarismo es la principal causa de ENT (1) (imagínate a alguien con un cigarro en la mano explicándote lo malo que es fumar). Te incomoda lo que ves porque el ‘impulso’ que te mueve no va con eso. Con ese ritmo de vida, tu mente colapsa, no es sostenible y te quedan muchos años por delante. Imprimes los apuntes y, de repente, lo que antes eran 80 páginas de biología ahora son 3 asignaturas de anatomía con 800 páginas cada una, donde si no te aprendes una coma estás jugándote el aprobado. (¿Seré peor médica si no me lo sé tan bien?) Estudias para los exámenes, uno tras otro. Igual que aprendes, desaprendes.
Estás obligado a ser una oveja más de ese rebaño, o eso parece, pero te niegas a que así sea. Levantas la cabeza y miras a tu alrededor: asociaciones de estudiantes, prácticas internacionales, congresos, comenzar a investigar y unirte a un departamento… Te involucras en cosas más allá de los libros, y sientes que eres la oveja negra del rebaño (Figura 1).
Figura 1. Oveja negra, ¿te atreves a dar el salto?. Imagen creada con ChatGPT
Lo que la gente llama ‘friki’, aunque realmente sea verdadera pasión por aprender cosas transversales, igualmente importantes para intentar alcanzar la mejor versión de una misma como persona y como médica. La fuerza te vuelve a impulsar y, de repente, han pasado seis años sin cuestión de minutos. Entonces te das cuenta de que lo que en un principio podrían haber sido años de oscuridad han tenido más luz que cualquier otra época de tu vida. Y lo que realmente recuerdas ahora al echar la vista atrás y se queda contigo ha sido todo lo que habría sido una oveja negra.
Referencias
1. Amagua Maldonado IE. Sedentarismo y beneficios de la actividad física en los adolescentes: Una revisión sistemática. Mentor. 2023;2(5):315-31. Disponible en: https://revistamentor.ec/index.php/mentor/article/view/5725/4828
AMU 2025. Volumen 7, Número 1
Fecha de recepción: 06/04/2025
Fecha de revisión: 04/04/2024
Fecha de aceptación: 22/04/2024
Cita el artículo: Córdoba Peláez P. Oveja negra. AMU. 2024;7(1):1.
URI: https://hdl.handle.net/10481/105361